ACTIVIDAD 3
Comunicación literaria
Cuando los niños aún no saben
leer o simplemente son capaces de descodificar, los adultos nos convertimos en
sus trovadores. Nosotros somos los responsables no solo de transmitirles lo que
dicen los libros y los textos, sino también de hacerlos disfrutar con la
literatura y de conseguir que deseen aprender a leer.
En el tercer bloque temático
de la asignatura hemos aprendido fundamentalmente tres estrategias de
transmisión literaria que podemos emplear en el aula para iniciar a nuestros
pequeños lectores en el maravilloso mundo de la literatura. A mí,
personalmente, la estrategia que más me gusta y la que he escogido para
realizar la actividad es la del cuentacuentos, ya que me parece más mágica y
más personal que las otras. Al no haber necesidad de apoyarse en el texto
escrito, da más libertad a la hora de interactuar con los pequeños oyentes, de
gesticular, de improvisar... Te permite que, aun habiendo contado una misma
historia un millón de veces, cada vez haya sido diferente de la anterior. Te
permite introducir elementos personales y diferenciadores, e ir adaptando la
historia según el público, las circunstancias... Además, da pie a que se pueda
emplear un lenguaje un poco más elaborado que el que se suele utilizar en los
cuentos infantiles y que da a la historia un toque más mágico. Por otra parte,
me parece un buen recurso ya que, al no utilizar estímulos visuales como son
las ilustraciones de los libros, obliga a los niños a centrarse en la voz
desnuda del narrador, y libera su imaginación permitiendo que ellos sean los
que den forma a los personajes y escenarios en los que se desarrolla la acción
sin ningún tipo de condicionamiento externo.
Me gustaría poner el práctica
esta técnica de cuentacuentos con un texto folclórico recogido por los hermanos
Grimm al que tengo gran cariño y que la mayoría conocemos: Caperucita Roja.
<<Érase una vez una
pequeña y dulce coquetuela, a la que todo el mundo quería, con sólo verla una
vez; pero quien más la quería era su abuela, que ya no sabía ni qué regalarle.
En cierta ocasión le regaló una caperuza de terciopelo rojo, y como le sentaba
tan bien y la niña no quería ponerse otra cosa, todos la llamaron de ahí en
adelante Caperucita Roja.
Un buen día la madre le dijo :
- Mira Caperucita Roja, aquí
tienes un trozo de torta y una botella de vino para llevar a la abuela, pues
está enferma y débil, y esto la reanimará. Arréglate antes de que empiece el
calor, y cuando te marches, anda con cuidado y no te apartes del camino: no
vaya a ser que te caigas, se rompa la botella y la abuela se quede sin nada. Y
cuando llegues a su casa, no te olvides de darle los buenos días, y no te
pongas a hurguetear por cada rincón.
- Lo haré todo muy bien,
seguro - asintió Caperucita Roja, besando a su madre.
La abuela vivía lejos, en el bosque,
a media hora de la aldea. Cuando Caperucita Roja llegó al bosque, salió a su
encuentro el lobo, pero la niña no sabía qué clase de fiera maligna era y no se
asustó.
- ¡Buenos días, Caperucita
Roja! - la saludó el lobo.
- ¡Buenos días, lobo!
- ¿A dónde vas tan temprano,
Caperucita Roja? -dijo el lobo.
- A ver a la abuela.
- ¿Qué llevas en tu
canastillo?
- Torta y vino; ayer estuvimos
haciendo pasteles en el horno; la abuela está enferma y débil y necesita algo
bueno para fortalecerse.
- Dime, Caperucita Roja,
¿dónde vive tu abuela?
- Hay que caminar todavía un
buen cuarto de hora por el bosque; su casa se encuentra bajo las tres grandes
encinas; están también los avellanos; pero eso, ya lo sabrás -dijo Caperucita
Roja.
El lobo pensó: "Esta
joven y delicada cosita será un suculento bocado, y mucho más apetitoso que la
vieja. Has de comportarte con astucia si quieres atrapar y tragar a las
dos". Entonces acompañó un rato a la niña y luego le dijo :
- Caperucita Roja, mira esas
hermosas flores que te rodean; sí, pues, ¿por qué no miras a tu alrededor?; me
parece que no estás escuchando el melodioso canto de los pajarillos, ¿no es
verdad? Andas ensimismada como si fueras a la escuela, ¡y es tan divertido
corretear por el bosque!
Caperucita Roja abrió mucho los
ojos, y al ver cómo los rayos del sol danzaban, por aquí y por allá, a través
de los árboles, y cuántas preciosas flores había, pensó: "Si llevo a la
abuela un ramo de flores frescas se alegrará; y como es tan temprano llegaré a
tiempo". Y apartándose del camino se adentró en el bosque en busca de
flores. Y en cuanto había cortado una, pensaba que más allá habría otra más
bonita y, buscándola, se internaba cada vez más en el bosque. Pero el lobo se
marchó directamente a casa de la abuela y golpeó a la puerta.
- ¿Quién es?
- Soy Caperucita Roja, que te
trae torta y vino; ábreme.
- No tienes más que girar el
picaporte - gritó la abuela-; yo estoy muy débil y no puedo levantarme.
El lobo giró el picaporte, la
puerta se abrió de par en par, y sin pronunciar una sola palabra, fue derecho a
la cama donde yacía la abuela y se la tragó. Entonces, se puso las ropas de la
abuela, se colocó la gorra de dormir de la abuela, cerró las cortinas, y se
metió en la cama de la abuela.
Caperucita Roja se había
dedicado entretanto a buscar flores, y cogió tantas que ya no podía llevar ni
una más; entonces se acordó de nuevo de la abuela y se encaminó a su casa. Se
asombró al encontrar la puerta abierta y, al entrar en el cuarto, todo le
pareció tan extraño que pensó: ¡Oh, Dios mío, qué miedo siento hoy y cuánto me
alegraba siempre que veía a la abuela!". Y dijo :
- Buenos días, abuela.
Pero no obtuvo respuesta.
Entonces se acercó a la cama, y volvió a abrir las cortinas; allí yacía la
abuela, con la gorra de dormir bien calada en la cabeza, y un aspecto extraño.
- Oh, abuela, ¡qué orejas tan
grandes tienes!
- Para así, poder oírte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué ojos tan
grandes tienes!
- Para así, poder verte mejor.
- Oh, abuela, ¡qué manos tan
grandes tienes!
- Para así, poder cogerte
mejor.
- Oh, abuela, ¡qué boca tan
grandes y tan horrible tienes!
- Para comerte mejor.
No había terminado de decir
esto el lobo, cuando saltó fuera de la cama y devoró a la pobre Caperucita
Roja.
Cuando el lobo hubo saciado su
voraz apetito, se metió de nuevo en la cama y comenzó a dar sonoros ronquidos.
Acertó a pasar el cazador por delante de la casa, y pensó: "¡Cómo ronca la
anciana!; debo entrar a mirar, no vaya a ser que le pase algo". Entonces,
entró a la alcoba, y al acercarse a la cama, vio tumbado en ella al lobo.
- Mira dónde vengo a
encontrarte, viejo pecador! – dijo -; hace tiempo que te busco.
Entonces le apuntó con su
escopeta, pero de pronto se le ocurrió que el lobo podía haberse comido a la
anciana y que tal vez podría salvarla todavía. Así es que no disparó sino que
cogió unas tijeras y comenzó a abrir la barriga del lobo. Al dar un par de cortes,
vio relucir la roja caperuza; dio otros cortes más y saltó la niña diciendo :
- ¡Ay, qué susto he pasado,
qué oscuro estaba en el vientre del lobo!
Y después salió la vieja
abuela, también viva aunque casi sin respiración. Caperucita Roja trajo
inmediatamente grandes piedras y llenó la barriga del lobo con ellas. Y cuando
el lobo despertó, quiso dar un salto y salir corriendo, pero el peso de las
piedras le hizo caer, se estrelló contra el suelo y se mató.
Los tres estaban contentos. El
cazador le arrancó la piel al lobo y se la llevó a casa. La abuela se comió la
torta y se bebió el vino que Caperucita Roja había traído y Caperucita Roja
pensó: "Nunca más me apartaré del camino y adentraré en el bosque cuando
mi madre me lo haya pedido">>.
Este cuento lo narraría
dirigido a niños de 3º de Educación Infantil, es decir, de 5 y 6 años. Me
gustaría elegir el personaje de "el viejo narrador" para contar este
cuento, narrándolo en tercera persona. Para empezar, utilizaría la fórmula de
apertura más conocida y querida por nuestros niños de "érase una
vez", que nos hace entrar en ese mundo de fantasía llevándonos a un lugar
muy lejano, mucho tiempo atrás. Al haber elegido el personaje del viejo
narrador, la entonación general de la historia sería cálida y con voz un poco
quebrada pero muy clara, llevando un ritmo pausado y utilizando siempre un tono
misterioso. Me parece muy conveniente cambiar la entonación en los diálogos,
metiéndose en el personaje y poniéndole una voz diferente y característica a
cada uno. En algunos momentos clave, como cuando el lobo llama a la puerta de
la abuelita, para dar más misterio a esa parte. También haría algunas pausas
para preguntar a los niños qué creen que va a pasar. En esos momentos de más
tensión en la historia, la voz cálida de la narración se rompería, elevándola
para indicar sorpresa en algunas ocasiones, advertencia en otras, y para
atemorizar en otras. Para terminar el cuento, utilizaré la fórmula también
clásica de "colorín colorado, este cuento se ha acabado".
No has colgado el vídeo ni has incluido las conclusiones de la experiencia.
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